Dicen que el fútbol, como muchos otros aspectos de la vida, se
mueve por modas. Últimamente hemos podido ver peinados que serían más afines a una
película de Quentin Tarantino que a un jugador de fútbol, botas de colorines
que podría calzar el payaso de Micolor sin que resaltara sobre su indumentaria
o brazos tan tatuados que hacen imposible diferenciar si un jugador lleva manga corta o larga.
Y es que hace escasos días, sentado en el sofá de mi casa,
veía un partido que enfrentaba a la Real
Sociedad contra algún equipo que mi maltrecha memoria no consigue recordar.
Entonces visualicé en la pantalla a un jugador que llamó mi atención haciendo
que despertara del letargo (algunos le llamaréis siesta) del que era preso. Ese
jugador era David Zurutuza y poseía algo que me hizo retroceder a un pasado no
tan lejano y del que guardo grandes recuerdos. Si amigos, estoy hablando del
jugador con bigote, un rasgo olvidado y defenestrado por muchos pero recordado
con cariño por los que nos consideramos apasionados de este deporte.
Después de este hallazgo comencé a reflexionar sobre
jugadores que se caracterizaron, aparte de por su calidad futbolística, por su
interesante “mostacho”. Quien no
recuerda a Bernd Schuster con su bigote
y su melena rubia, a Martin Vazquez,
Migueli, Rudy Voller, Wolfram Wuttke, Valderrama y el clan colombiano compuesto por Higuita y Lionel Alvarez, Sanchez Jara y su bigote policiaco, el mítico central de nuestro
amado Cádiz Carmelo, el eterno portero
suplente de Athletic o Español Meléndez
o el motor de aquel gran Sporting de Gijón Joaquin.
Seguramente esté siendo injusto olvidando a otros muchos jugadores que pasearon
con orgullo su robusto bigote, pero he querido nombrar a los más significativos
para mí.
Pero no podía finalizar este mi primer relato sin acordarme
del que para mí fue el referente de los jugadores con bigote. Se trata del Tato Abadía, todocampista del que pudimos disfrutar en el malogrado Logroñés. Este
jugador atípico, y digo atípico porque se asemejaba más a un pescador de una
lonja gallega que a un futbolista, representaba muchos de los valores que
hacían grande a un deportista en aquellos tiempos: garra, coraje, pundonor,
esfuerzo, derroche físico y sobretodo carisma, mucho carisma. Seguramente no haya
sido un referente para muchos, pero los más futboleros del lugar le guardamos
un cariño especial. Grande Tato.
Para finalizar esta reflexión personal, quisiera agradecer a
mis amigos y hermanos Hard y Reverendo la oportunidad que me brindan de
compartir este pequeño universo de reflexión futbolística.
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